Thursday, May 12, 2005

La melancolía de Durero

1º Parte.

(Extractos de…)

NARANJO. Jorge Alberto. Revista de Extensión Cultural Nº 21. Universidad Nacional de Colombia. Sede Medellín. 1986.


“Ficino estableció el punto de partida de la nueva concepción de la melancolía basado fundamentalmente en las teorías griegas de dignidad y heroísmo de la melancolía, de sublimidad del delirio mántico, y en la teoría latina de la majestad benévola de Saturno.

“La melancolía, salida del monasterio, ¿En qué se aplicaría?...Enrique de Gante, “alma gemela” de Pico de Mirandolla, sugirió que existen dos clases de pensadores, los filósofos, capaces de conceptos abstractos, y los matemáticos, cuya imaginación excede su poder cognoscitivo: “aceptan una demostración sólo en la medida en que su imaginación pueda seguirla…”. Por eso tales hombres son melancólicos, porque no pueden extender su pensamiento más allá de la ubicación y del espacio que le son los fundamentos de la matemática…

“La geometría se tornó así un “oficio de Saturno”, por vía indirecta, por sus lazos con la crónica melancolía. Pero también por vía directa, etimológica…En su sentido original, geometría es “partición de la tierra”. El antiguo dios de Gea supervisaba la recta medición de su criatura. Saturno se convirtió pues en le dios inspirador de la geometría y de las artes mecánicas que hacen uso de la geometría…

“Hay, según Agripa, tres clases de genios, todos ellos capaces de recibir las influencias de Saturno en forma bienhechora: “Además este humor melancholicus” tiene tal potencia que dicen que atrae a nuestro cuerpo a ciertos demonios, por cuya presencia y actividad los hombres caen en éxtasis y revelan muchas cosas maravillosas…Esto sucede en tres maneras diferentes en correspondencia con la triple capacidad del alma, es decir, la imaginación (imaginatio), la razón (ratio) y la mente (mens). Porque cuando el humor malancholicus la libera, el alma se concentra totalmente en la imaginación, e inmediatamente se convierte en morada de los demonios inferiores, de los cuales en muchos casos recibe maravillosas enseñanzas sobre las artes manuales; así vemos que un hombre sin gran habilidad se convierte de repente en pintor o arquitecto, o en un maestro sumamente notable de alguna otra arte; si los demonios de esta especie son reveladores del futuro, nos muestran cosas relacionadas con catástrofes y desastres naturales, por ejemplo la proximidad de tormentas, terremotos, trombas, o amenazas de peste, hambre y devastación…En cambio cuando el alma se concentra totalmente en la razón, es habitada por los demonios medios, mediante los cuales el hombre adquiere el conocimiento de las cosas naturales y humanas; así vemos cómo un hombre se convierte inesperadamente en filósofo, médico u orador; y sobre los acontecimientos futuros nos muestra lo relativo a la caída de los reinos y al regreso de las épocas, profetizando de la misma manera que la Sibila comunicaba profecías a los romanos…Y cuando el alma vuela muy alto , enteramente hacia el intelecto, es habitada por los demonios más altos, de los cuales aprende los secretos de las cosas divinas, como por ejemplo la ley de Dios, la jerarquía angélica y lo relativo a las cosas eternas y a la salvación del alma: acerca de los acontecimientos futuros nos comunican por ejemplo que va a suceder un prodigio o una maravilla que va a venir un profeta o que va a surgir una nueva religión, tal como la Sibila profetizó la venida de Jesucristo mucho antes de que éste apareciera”.

“El renacimiento transformó la noción de la melancolía hasta hacerla parecer un don divino. Melancólicos fueron llamados Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, Durero; melancólicos se llamaron Ficino, Pico, Lorenzo el Magnífico; melancólico se consideró Garcilaso de la Vega…

“El Renacimiento dio alas a la melancolía, para transformar los síntomas y tendencias melancólicos en obras y contemplaciones, la pérdida de contacto con los hombres en culto de la Humanitas y las cosas del Hombre, la fuga hacia el desierto en encuentro con las leyes de la naturaleza, el Dolor en Preñez. Isidorianamente – y aún, como veremos, freudianamente – la melancolía surge en la extrañeza del padre; es orfandad de Júpiter, regresión a un mundo caníbal y autodevorador … Por la melancolía se hace imperioso que el hombre escoja entre sus propias posibilidades, “maestro de su propio destino” más que ejecutor de la voluntad del padre. Los dos abismos, el de la imbecilidad y el de la manía, deben vivirse e interpretarse como los dos extremos de la duda de sí y de la afirmación de sí.


“A medida que llega el conocimiento crece la angustia, y más y más se melancoliza el hombre mientras más verdadero y perfecto conocimiento adquiere de su condición” –
escribe un poeta francés al comenzar el siglo XV.

Recorriéndote (Gioconda Belli)

Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.

Sencillos deseos (Gioconda Belli)

Hoy quisiera tus dedos
escribiéndome historias en el pelo,
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos, que me dijeras
las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras por ejemplo
que soy la mujer más linda,
que me querés mucho,
cosas así, tan sencillas, tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos
como si tu vida entera
dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero, como una gran ola de ternura
deshaciéndome un ruido de caracol,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse
a la primera luz de la mañana,
o simplemente una semilla, un árbol,
un poco de hierba.

Te veo como un temblor...(Gioconda Belli)

Te veo como un temblor
en el agua.
Te vas,
te venís,
y dejás anillos en mi imaginación.

Cuando estoy con vos
quisiera tener varios yo,
invadir el aire que respiras,
transformarme en un amor caliente
para que me sudés
y poder entrar y salir de vos.

Acariciarte cerebralmente
o meterme en tu corazón y explotar
con cada uno de tus latidos.

Sembrarte como un gran árbol en mi cuerpo
y cuidar de tus hojas y tu tronco,
darte mi sangre de savia
y convertirme en tierra para vos.

Siento un aliento cosquilloso
cuando estamos juntos,
quisiera convertirme en risa,
llena de gozo,
retozar en playas de ternuras
recién descubiertas,
pero que siempre presentí,
amarte, amarte
hasta que todo se nos olvide
y no sepamos quién es quién.

Ahuyentemos el tiempo, amor...(Gioconda Belli)

Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados
cuando no estás conmigo
y estás en todas partes
sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo
y no estás
y estás cerca,
te siento levantarte
desde el aire llenarme
pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo
sin que estés,
me hace sentirme a veces
como una leona herida,
me retuerzo
doy vueltas
te busco
y no estás
y estás
allí
tan cerca.

Te busco (Gioconda Belli)

Sola yo, amor,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte,
de noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.

Es larga la tarde...(Gioconda Belli)

Es larga la tarde
como el camino curvo hasta tu casa
por donde regreso arrastrando los pies
hasta mi cama sola
a dormir con tu olor engarzado en mi piel,
a dormir con tu sombra.

Es larga la tarde
y el amor redondo como el gatillo de una pistola
me rodea de frente, de lado, de perfil.
El sueño pesa sobre mis hombros
y me acerca de nuevo a vos,
al huequito de tu brazo,
a tu respiración,
a una continuación infinita de la batalla
de sábanas y almohadas que empezamos
y que pone risa
y energía
a nuestro cansancio.

Yo soy tu indómita gacela (Gioconda Belli)

Yo soy tu indómita gacela,
el trueno que rompe la luz sobre tu pecho
Yo soy el viento desatado en la montaña
y el fulgor concentrado del fuego del ocote.
Yo caliento tus noches,
encendiendo volcanes en mis manos,
mojándote los ojos con el humo de mis cráteres.
Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo,
riendo la risa inmutable de los años.
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.

En la doliente soledad del domingo... (Gioconda Belli)

Aquí estoy,
desnuda,
sobre las sábanas solitarias
de esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,
liso y rosado en el espejo,
mi cuerpo
que fue ávido territorio de tus besos;
este cuerpo lleno de recuerdos
de tu desbordada pasión
sobre el que peleaste sudorosas batallas
en largas noches de quejidos y risas
y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos
que acomodabas sonriendo
en la palma de tu mano,
que apretabas como pájaros pequeños
en tus jaulas de cinco barrotes,
mientras una flor se me encendía
y paraba su dura corola
contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,
largas y lentas conocedoras de tus caricias,
que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
para abrirte el sendero de la perdición
hacia mi mismo centro,
y la suave vegetación del monte
donde urdiste sordos combates
coronados de gozo,
anunciados por descargas de fusilerías
y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,
es un espejo de vos el que se extiende doliente
sobre esta soledad de domingo,
un espejo rosado,
un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente
sobre mi cara
y sólo pienso en tu lejano amor
mientras cobijo
con todas mis fuerzas,
la esperanza.

Wednesday, May 11, 2005

Libro del desasosiego - fragmento (Álvaro de Campos)

Nubes... Me interrogo y me desconozco. Nada he hecho de
útil ni haré de justificable. He gastado la parte de la vida que no
perdí en interceptar confusamente cosa ninguna, haciendo versos
en prosa a las sensaciones intransmisibles con que hago mío el
univeno desconocido. Estoy harto de mí, objetiva y subjeti~
mente. Estoy harto de todo, y del todo de todo. Nubes... Son
todo, desarreglos de lo alto, cosas hoy sólo ellas reales entre la
tierra nula y el cielo que no existe; harapos indescriptibles del
tedio que les supongo; niebla condensada en amenazas de color
ausente; algodones en rama sucios de un hospital sin paredes.
Nubes... Son como yo, un pasar desfigurado entre el cielo y la
tierra, al sabor de un impulso invisible, tronando o no tronando,
alegrando blancas u obscureciendo negras, ficciones del intervalo
y del error, lejos del ruido de la tierra y sin tener el silencio
del cielo. Nubes... Siguen pasando, siguen siempre pasando,
pasarán siempre siguiendo, en un enrollamiento discontinuo de
madejas empañadas, en un alargamiento difuso de falso cielo
deshecho.

Quiero quedarme (León de Greiff)

Pronto hemos de separarnos
y de decirnos adiós.
Uno seguirá camino,
el otro no.

Quiero quedarme y que sigas
como si te fuera en pos;
pero no vuelvas la cara,
mujer de Lot.

Irás sola, ¿y por qué triste?,
con mi recuerdo y con Dios.
Será posible que encuentres
alguna flor.

Si en cambio tú te quedaras,
¿cómo podré seguir yo?
Las noches me encontrarían
en donde estoy.

Friday, May 06, 2005

Soy (Borges)

Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.

El suicida (Borges)

No quedará en la noche una estrella.

No quedará la noche

Moriré y conmigo la suma

del intolerable universo.

Borraré las pirámides, las medallas,

los continentes y las caras.

Borraré la acumulación del pasado.

Haré polvo la historia, polvo el polvo.

Estoy mirando el último poniente.

Oigo el último pájaro.

Lego la nada a nadie.

Browwning resuelve ser poeta (Borges)

Por estos rojos laberintos de Londres
descubro que he elegido
la más curiosa de las profesiones humanas,
salvo que todas, a su modo, lo son.
Como los alquimistas
que buscaron la piedra filosofal
en el azogue fugitivo,
haré que las comunes palabras
-naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe-
rindan la magia que fue suya
cuando Thor era el numen y el estrépito,
el trueno y la plegaria.
En el dialecto de hoy
diré a mi vez las cosas eternas;
trataré de no ser indigno
del gran eco de Byron.
Este polvo que soy será invulnerable.
Si una mujer comparte mi amor
mi verso rozará la décima esfera de los cielos concéntricos;
si una mujer desdeña mi amor
haré de mi tristeza una música,
un alto río que siga resonando en el tiempo.
Viviré de olvidarme.
Seré la cara que entreveo y olvido,
seré Judas que acepta
la divina misión de ser traidor,
seré Calibán en la ciénaga,
seré un soldado mercenario que muere
sin temor y sin fe,
seré Polícrates que ve con espanto
el anillo devuelto por el destino,
seré el amigo que me odia.
El persa me dará el ruiseñor y Roma la espada.
Máscaras, agonías, resurrecciones,
destejerán y tejerán mi suerte
y alguna vez seré Robert Browwning.

El sueño (Borges)

Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

Yo (Borges)

La CALAVERA, el corazón secreto,
los caminos de sangre que no veo,
los túneles del sueño, ese Proteo,
las vísceras, la nuca el esqueleto.
Soy esas cosas. Increíblemente
soy también la memoria de una espada
y la de un solitario sol poniente
que se dispersa en oro, en sombra, en nada.
Soy el que ve las proas desde el puerto;
soy los contados libros, los contados
grabados por el tiempo fatigados;
soy el que envidia a los que ya se han muerto.
Más raro es ser el hombre que entrelaza
palabras en un cuarto de una casa.