Wednesday, September 20, 2006

Acuarimántima IV

Yo descendí de la antioqueña cumbre,
de austera estirpe que el honor decora,
el alma en paz y el corazón en lumbre,
y el claro sortilegio de la aurora
bruñó mi lira y la libró de herrumbre.

Y fui, viajero de nivoso monte
y umbría roza de maíz, al valle
que da a la luz su fruta entre su llama:
había miel de filtros de sinsonte
que derrama canción de rama en rama.

Y el mar abierto, a mí divinamente
su honda virtud hizo afluir entera:
gusté su yodo... y la embriaguez ignota
de no sé qué sagrada primavera
bajo la paz de una ciudad remota.

Fulgía en mi ilusión Acuarimántima.

Ciudad del bien, fastuosa, legendaria,
ciudad de amor y esfuerzo y ufanía
y de meditación y de plegaria;
una ciudad azúlea, egregia, fuerte,
una Jerusalén de poesía.

Y como los cruzados medioevales,
ceñíme al torso fúlgida coraza
y fuime en pos de la ciudad cautiva,
burlando la guadaña de la Muerte
y la fortuna a mi querer esquiva.

La ondulante odisea rememoro
con amor y dolor... Un linde vago,
de súbito sangriento, ya cetrino...
Un buque... un muelle... un joven noctivago...
y el tono de la voz... y el pan marcino...

La maravilla comba, transparente,
de las noches de junio hacia la hondura
de un huerto viola, en ácidos alcores;
y allí la levadura de mis cantos,
hecha de mezquindad y sinsabores.

Y aquella niña del amor florido
y oloroso, y ritual, y enardecido,
el seno como un fruto no oprimido,
y un dulzor en los besos diluïdo,
y un no sé qué... que túrbame el sentido.

Y la huraña beldad, el mármol yerto
e inconmovible; y la Infantina huraña
que era el postrer jazmín que daba un huerto...
¡Me figuro las luces de sus ojos
como dos cirios de un cariño muerto!

Y el arduo afán en el impulso vario
por resolver el canto en melodía.
Derrame un ruiseñor en el himnario
toda la miel del día.
Un rumor milenario,
y la luz de tu lámpara ¡oh Sophía!

Húmedos los cabellos —cristalinos caireles
de agua y sol—, aún ondulan fantásticas ondinas;
mientras danza en la luz un coro de donceles
por la playa al influjo de las sales marinas...

Saturday, August 19, 2006

Acuarimántima III

Como en la vaguedad de un espejismo:
—¿qué sabes? —mi conciencia me interroga,
fluïda en llanto entre mi propio abismo.

Y miro el mar ardiente, el monte flavo
que suaviza el azul, la estrella límpida
rielando en el rocío del capullo;
y en sus cunas los cándidos infantes,
cazados con las redes del arrullo
por el sueño de manos hechizantes.

Y vuelto a mí, gimiendo el corazón:
—¿qué sabes? —vanamente me interrogo,
mudo, bajo la múltiple emoción.

Sólo un saber escondo claro y justo;
llévole como antorcha y como daga
en medio del cerrado laberinto;
en su vasta amplitud mi fe naufraga
y hallo en su anchura incómodo recinto.

Se oyen sordos, roncos lamentos,
y alzan sus puños en el vacío
los pensamientos.

¡Oh menguado saber, pobre riqueza
de formas en imágenes trocadas,
ley ondeante, ciencia que alucina,
que cada noche en el silencio empieza
y cada día con el sol culmina!

¡Oh menguado saber de la iracunda
vida que ante mis ojos se renueva,
germinal y cruël, ciega y profunda;
madre de los mil partos y el misterio
que al barro humilla y a Psiquis subleva!

Como ventana que el azul del cielo
circunscribe, se entreabren los sentidos.
¡Pobre, ruïn saber! Y, sin embargo,
la leve mariposa del anhelo
entra por la ventana sin ruïdos.

Cuaja en el corazón de la manzana
la dulzura estival; la mariposa
vuela del fondo de la carne humana.
¡Que al claro cielo
suba el anhelo!

Por ese vuelo, la heredad natía
canté, con ritmo del ideal retorno,
en la ingenua parábola temprana.
En el turquí del éter desleía
un nácar tenue mi primera mañana.

Por ese anhelo entre los acres pinos
y las rosas en llamas del ocaso,
al hablar dejo la palabra trunca:
el tiempo es breve y el vigor escaso,
y la Amada ideal no vino nunca.

Por ese anhelo, en rimas balbucientes
canto el rojo camino que a la tarde
se pinta en la montaña evocadora,
o a la vívida luz del sol temprano,
como una obsesión conturbadora
de sangre y sangre en el azul lejano.

Y por él amo, en fin, y por él sueño
con una honda transfusión divina
de la luz en mi carne de tortura,
¡puesto que está la estrella vespertina
sobre el horror de esta prisión oscura!

Columpia el mar su cauda nacarina,
y en ustorios relámpagos de espejos
esplende en bruma de ópaco la carne de la ondina.
Y fluye Acuarimántima a lo lejos...

Tuesday, August 08, 2006

Acuarimántima II


En libre vuelo, el cielo de mi América
hender he visto un cóndor negro, errante.
¿Qué abismo circunscribe? ¿Qué intacta nieve augura?
Por las arterias de los ciervos montesinos
discurre para el cóndor la sangre enardecida,
bajo las pieles lúcidas, entre las carnes bellas.


¡La presa viva!, ¡el pico ensangrentado!,
¡el ala pronta!, ¡el ímpetu del vuelo!
y un delirar de cumbres y centellas.


Así mi impulso al aura de la vida,
y así mi Musa en su ilusión liviana
de que brote la carne un lirio místico.
Bestia de los demonios poseída,
¡oh carne, es hora ya del don eucarístico!


Cintila el cielo en gajos de luceros,
y querubes de vuelos melodiosos
revuelan de luceros a luceros.


Tengo la sensación de que discurro
delante de los pórticos sagrados:
alguien dice mi nombre a la distancia;
brotan dulces jardines los collados
y asume mi ternura en su fragancia.


Claridad estelar, templo encendido,
rima errante por noches de pavura,
huerto a la luz de Vésper. En olvido
mi ser se muere, mi canción no dura,
¿y fui no más un lúgubre alarido?


Carne, bestia, mi Amiga y mi Enemiga:
yo soy tú, que por leyes ominosas,
cual vano mimbre que meció una espiga
te haces nada en el polvo de las cosas...


¿Y la divina Psiquis, la Rosa entre las rosas?

¿Y mis amores que irisé de lágrimas?
¿Y mi ciudad nebúlea tras la ilusión del día?
¿Y mis antorchas que erigí de emblema?
¿Y esta inquietud, y este ímpetu anhelante
hacia una ley o una verdad suprema?

Pesa sobre tus pétalos, ¡oh Rosa
Espiritual! tan lóbrega y cerrada
la noche, tan vacía y rencorosa,
que en vano el brillo de tu broche efunde.
Amor. Deleite. Horror. Pavesas. Nada.

¡Nada, nada por siempre! Y merecía
mi Alma, por los dioses engañada,
la Verdad, y la ley y la Armonía.
¡Sé digna de este horror y de esta nada,
y activa y valerosa, ¡oh alma mía!

Monday, August 07, 2006

Acuarimántima: I (Porfirio Barba Jacob)

Me había tardado en poner aquí el hermoso poema que da nombre a este blog. Además es una manera de hacer honor a este gran poeta antioqueño a quien admiro profundamente: Don Porfirio Barba Jacob, como quiso llamarse a sí mismo. (Miguel Ángel Osorio; Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia, 1883 / México, 14 de enero de 1942).

Nota: El poema es un poco extenso, así que lo pondré por partes; las mismas en las que su autor lo dividió.



Acuarimántima






O voice che avete gl´intelleli sani,
mirate la dottrina che s´asconde,
sotto il velame degli versi strani.
DANTE, inf., Canto IX, 61-63.
Vosotros que tenéis sano el entendimiento,
observad la doctrina que se esconde,
bajo el velo de estos extraños versos.




I



Vengo a expresar mi desazón suprema
y a perpetuarla en la virtud del canto.
Yo soy Maín, el héroe del poema,
que vio, desde los círculos del día,
regir el mundo una embriaguez y un llanto.

¡Armonía! ¡Oh profunda, oh abscóndita Armonía!

Y velaré mi arduo pensamiento
sotto il velame degli versi strani,
fastuoso, de pompas seculares;
perfecta en sí la estrofa del lamento
y a impulso de los ritmos estelares.

Columpia el mar su cauda nacarina,
e imbuida en la clámide del río
pasa en la bruma fúlgida la carne de la ondina.
Grana el campo nutricio, fluyen mieles,
una deidad inflama las horas con su llama
y loa el día azul un coro de donceles.

Romero: ¿no rebosa el corazón
por la noche de sombras evocadas,
por la tierra de arrugas trabajadas,
del Tiempo y el Espacio la múltiple emoción?

Brilla en las lejanías invioladas
vaga ciudad, el viento da en los juncos,
los juncos gimen bajo el viento rudo...
Romero, ¡que se vierta el corazón!
y la ternura y la tristeza mía
canten en el crepúsculo: ¡Armonía!

Yo, Rey del reino estéril de las lágrimas,
yo, Rey del reino vacuo de las rimas,
con mis canciones ebrias
que un son nocturno hechiza
y con mis voces pávidas,
anuncio las cavernas del Enigma.
En mis siete dolores primarios se resume,
como en alejandrino paradigma,
la escala del dolor que el mal asume.

Tenebrosa, recóndita Armonía...

Mi numen, fuerte, no es aquel tan puro
como el cerrado corazón de un monte;
pero sobre sus ruinas de inocencias
haré brillar, ebrio del dolor puro,
una gota de luz del corazón del monte.

Monday, July 31, 2006

In memoriam [+] Septiembre 2003 - Agosto 2006

Los cinco poemas anteriores los escribió un amigo, quizá el mejor de todos los hombres... Hoy, no está más... ha trascendido a otra esfera; pero siempre quedarán los recuerdos de momentos hermosos y estas palabras que algún día me escribió.

Calypso (2) (Jorge Abad)

más...


Calypso deja de leer,
tantas cartas han turbado tu mente,
tantos libros confundido tu memoria;
no distingues entre la vigilia y el descanso nocturno,
entre los abrazos y las despedidas,
entre la desesperación y la calma.

No ves que conspiran contra ti
Fausto, los Quijotes, los Ulises, Teseo,
Minotauro, Zaratrustra y Charlie Parker.

No ves que en el día confabulan
para en la noche entonar
salmos, cantos y responsorios
en tus sueños.

Deja de leer tantas cartas,
deja de buscar en ellas el amor,
libera tus ojos de tantas letras, de tantas palabras;
mejor trenza tu hermoso pelo,
dedícate un tiempo a la belleza,
a la vanidad, a la vanidad, a la vanidad.

Sosiega tu corazón (Jorge Abad)

"Ib..." ya saben...


Sosiega tu corazón
yo no me iré
dejaré que la calma llegue al tuyo mientras
los sentimientos se apagan

Sosiega tu alma
recuerda que estaré
un poco lejano
pero no distante de tu vida
seguiré contando tus movimientos
sabiendo de tus disímiles pasos

Haz que tu corazón agitado de pajarito se calme
y el miedo desaparezca
no hay culpa en que los sentimientos nazcan
donde a ratos no deban nacer
pero ven, yo te ayudo
siéntate en tu barca
yo te empujo para que no tengas que hacer mucho esfuerzo en tu
inicio al navegar
las predicciones de clima son buenas para esta temporada
ven, yo te ayudo
con el tiempo se que tu corazón de pajarito
va a dejar de amar
y volverá para que la amistad
tenga entre nosotros un lugar

Paseando por las nubes (Jorge Abad)

Sólo "Ibid"


Paseando por las nubes
buscando ansiosamente tu cuerpo
añorando que pase cada segundo del día
para ir a encontrarme contigo en
nuestro ático de ensueño

¿Por qué? (Jorge Abad)

Otro sin comentarios...o sí, uno: "Ibid"


Por qué para que tanto genio fluyera
había de herirte de muerte
por qué el dolor de no amarte
ha tornado oscura tu suerte

Por qué sigues atada
a lo que nunca tuvo horizonte,
yo sé
el corazón no es la razón
y la razón no lo convence

Siento como si hubiese matado el fruto
para germinar la semilla
maldita suerte mía
de como amiga ya no tenerte
Enviarte al panteón frío y solo
y no saber acompañarte
al corazón no se le obliga
ni a amar, ni a olvidar
sólo se le deja que sufra y viva
según se mueva su palpitar
hacia los brazos de un buen o mal amante

Calypso (Jorge Abad)

Recuerdos...sin más palabras



Calypso rodeada de mar
hace rato tus playas no voy a visitar
ríos, fuentes, quebradas, valles, montes y simas
todos y cada uno recuerdo su besar

Calypso
Ondonadas rojas, piel lunar
senos traviesos, labios tímidos
y tu risa en esta distancia con frecuencia me viene a visitar

Hace rato tus playas no voy a visitar
he quedado herido en extraños lugares
no hay caminos, no hay estelas
las estrellas todas se han apagado
y el viento ha dejado de soplar

Calypso
te extraño en la distancia
en la de los adioses y los deseos
en la calma del lecho que
en las noches como preludio al sexo
usábamos para eternamente conversar